Reflexiones: acerca de la justicia divina

Estaba arreglando la mesa para el almuerzo cuando de pronto escucho un ruido en el balcón. Al voltear me doy cuenta que es mi periquita Panchita, quien estaba picoteando el papel periódico que coloco dentro de su jaula y al hacer esto  creaba un reguero en el piso de mi sala. Le llamo la atención regañándola y sigo con mis quehaceres.

En mis pensamientos le preguntaba a Dios, ¿por qué no actuaba o parecía no actuar la ley de causa y efecto para aquellas personas que eran
de malos sentimientos? y que al parecer todo les salía bien. Además, le preguntaba ¿por qué uno tenía que recibir el coletazo de sus acciones?



Esto no me parece justo, decía yo,  en  mis pensamientos con Dios.  No se ve la justicia divina. Si estas personas lo que buscaban era la separación, el odio, la violencia, la guerra, ellos deberían ser los que sufrieran las consecuencias y no aquellos que queríamos la paz y la armonía.

Cuando sigo en mis quehaceres, vuelvo a escuchar a Panchita rompiendo el papel periódico, entonces agarro la jaula y regaño a la periquita metiendo la jaula al patio. Claro, entonces,  me doy cuenta que al hacerlo había castigado también a su compañerito, el cubanito Luisito, quien estaba tan contento porque a él le gusta estar en el balcón de la sala.

Al caer en cuenta lo que había hecho, mi “vocecita interna” me dice: ¿quién es el que está siendo injusto ahora? Al castigar a la periquita, que era supuestamente la que estaba echando broma, castigaste sin querer a su compañerito, que no estaba sino disfrutando del aire y el sol.

¿Quién es el injusto o el justo?, y ¿cómo tu juzgas mi justicia, sin saber cómo realmente actúa la justicia divina del Creador? Tu mente no puede comprender mis motivos y mucho menos entender la evolución y desarrollo de la verdad de mi justicia Divina.

Comprendí   mi error y pedí disculpas al Creador, porque verdaderamente no podemos contender con Dios, siempre estaremos perdiendo, lo finito no puede con lo infinito.

De todas maneras quedé apenada y confusa a la vez, ya que de alguna manera todavía no tenía la respuesta a mis preguntas anteriores.

Más tarde, almorzando con mi esposo, le contaba todas estas cosas y él me escuchaba diciéndome   "bueno…  hay que esperar y de algún modo ya se verá  la caída de las personas que van por este mundo sembrando el  mal."

Al terminar de comer fui al patio a recoger una ropa y veo que la periquita se acerca a la jaulita para que yo le haga cariñitos,  sacando el piquito como acostumbra hacer, para que yo le dé besitos. Me río, lo hago así y como si no hubiera pasado nada, celebran los dos periquitos conmigo con gran alboroto mi cercanía nuevamente.

Cuando comienzo a lavar los platos mi “voz interna” me dice: la respuesta que estabas esperando es confianza, así como los periquitos aún después de haberles quitado lo que más les gustaba en el momento,  ambos volvieron a acercarse a ti,  con toda su confianza e inocencia.


Así, tú, podrías confiar en mí, todo tiene su tiempo y su momento y la justicia divina actuará en consecuencia. Confía y nada más.



Escrito por Beatriz Barboza

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