El desapego en tiempos de ascensión: apatía y espiritualidad
“No sé qué me pasa últimamente. Parece que ya no me importara mucho de nada, me parece haber perdido todo interés en participar en las cosas en las que solía participar. No me importa lo que pase. Si has tenido alguno de estos pensamientos o sentimientos últimamente, entérate que ellos son una parte del proceso de iluminación y tienen un propósito claro y perfecto".
Esto es lo que dice Karen Bishop, una escritora estadounidense en una publicación titulada "Apatía y espiritualidad" que estuve leyendo recientemente. Me llamó la atención el material porque responde a muchas de las sensaciones que se han manifestado en mí en los últimos años: un proceso paulatino de "apatía" por cosas que antes me apasionaban.
La escritora introduce este tema en medio de comentarios sobre la ascensión planetaria. Habla así de la energía que se mueve en el planeta, entendida como un cambio progresivo que lleva a una nueva dimensión y a una nueva era, más espiritualizada. Pasamos de una energía centrada en el plano físico, la tercera dimensión o 3D, a un enfoque más fuerte en la cuarta dimensión (4D, plano astral o emocional). De ahí a la quinta dimensión (planos más sutiles y espirituales).
No obstante, en este proceso de ascensión -que se aceleró en este siglo- la humanidad no asciende al mismo ritmo que el planeta, por eso los grandes conflictos que se sufren en todas partes del mundo.
Esta ascensión dimensional genera fuertes cambios en quienes nos ocupamos y experimentamos más con los temas espirituales. El choque entre las oleadas de energía que entran al planeta y nuestras auras a veces es difícil de manejar. Se han identificado muchos síntomas de la ascensión y varían entre sensaciones físicas, emocionales y mentales.
Bishop incluye la "apatía" entre los nuevos síntomas de la ascensión. Vale acotar que si esta sensación se presenta en aquellos que apenas se inician o tienen poco tiempo en estas prácticas, no se está ante el tipo de apatía que expone la autora. En este caso, los síntomas suelen ser más físicos, por lo que podría tratarse más bien de interferencias o bloqueos para el crecimiento espiritual.
No es realmente apatía, es desapego
En este momento de cierre de la segunda década del siglo XXI la energía de la ascensión es diferente a la de la primera década. Entre 2000 y 2012 los llamados "trabajadores espirituales" experimentamos un gran afán por hacer cursos, estudiar, hacer meditaciones individuales y grupales, trabajar en el campo bioenergético y aprender técnicas.
Fue una época de preparación donde la actividad era febril. Pero, una vez superadas las secuelas del esperado 2012, quienes hemos continuado con perseverancia podemos sentir más calma y menos necesidad de hacer todas esas cosas. De ahí el término "apatía".
Lo curioso, en mi caso ( y en el de muchos según leo), es que todas las cosas de las que me ocupaba no dejan de interesarme ni de ser parte de mi vida, sino que ahora las abordo desde una perspectiva más desapasionada. Esto, en vez de hacerme sentir mal o preocupada, me brinda una mayor paz interior.
La paradoja, en medio de todo esto, es que muchos de los logros materiales que antes buscaba con anhelo se han manifestado justamente en esta etapa, aunque ahora ya no son tan relevantes. Por eso esta lectura hizo "clic" en mí, haciéndome comprender lo que ha estado pasando: un proceso gradual de desapego. Aun falta pero está en marcha.
El desapego, también expresado como "no-apego", es el estado en el que una persona suprime su lazo de unión al deseo por las cosas, personas u objetos existentes. Visto como una forma de liberación del deseo y en consecuencia del sufrimiento que provoca, el desapego es un principio fundamental para religiones como el budismo, hinduismo, jainismo, y taoísmo.
Recuerdo haber leído sobre el desapego en una época en la practiqué budismo. Siempre me costó entender cómo se podía sentir ese desapego, cuando deseaba alcanzar muchas cosas. Ahora lo entiendo, justo con esta revelación. Las implicaciones lucen claras en la siguiente cita de Bishop:
La apatía tiene una pepita de oro dentro de ella. Ser apáticos en realidad nos coloca en un espacio de mayor vibración. Apoya nuestro continuo proceso de dejar ir los apegos. Cuando ya no nos importa mucho de nada, entonces nos ‘desentrelazamos’ de mucho. Quedamos entonces en un espacio de “ningún espacio”, y éste es el espacio de los reinos superiores. Estamos entonces mucho más en el momento. Cuando no nos importa mucho, no estamos llenando nuestros pensamientos y emociones con cosas que no son realmente “reales”. Y estamos mucho más fuera de nuestro propio camino.
Aprender a "soltar" los problemas
La autora agrega otros datos valiosos sobre lo que implica el desapego. Ello explica claramente sus repercusiones espirituales:
En los reinos superiores, no existen agendas ni planes ni metas. Sin apegos, con una buena conexión a la Fuente, con gran confianza, y una certeza de que todo está siempre en correcto orden divino, nada importa realmente de todos modos. Estar mucho más conectados a la Fuente de manera continua, nos mantiene aún más equilibrados. No hay tantos altibajos. Y cuando nos damos cuenta de que las cosas realmente no son gran cosa, pues podemos crear algo fresco y nuevo en cualquier momento dado. La apatía entonces se ajusta perfectamente. Para poder crear con éxito, es necesario no tener apegos. Siempre es precisamente cuando ya no nos importa tener algo, que llega.
En este texto hay un clave importante que siempre menciono a quienes me hacen consultas y buscan resolver muchos de sus problemas. Tiene que ver con el "soltar". Soltar un problema se entiende mayormente como despreocuparse y actuar como si no fuese importante, cuando soltar realmente no tiene nada que ver con eso.
Soltar tiene que ver con confiar. No se trata de la confianza religiosa que nos han enseñado, según la cual "todo tiene que salir siempre bien" si yo rezo, creo en Dios o hago tal o cual cosa. Pero ese bien que esperamos solo sirve si está acorde con lo que desea el ser inferior. Si las cosas no salen como queríamos "Dios falló en ayudarnos". Por ello, se nos hace difícil aceptar las experiencias desagradables.
Soltar entonces implica saber que todas las experiencias tienen un sentido, un aprendizaje y como tal debemos asumir lo que nos sucede, agradable o no. Si sabemos que en todo hay una enseñanza útil para el alma, es más fácil soltar y dejar de tratar de controlar la experiencia.
El deseo de control tiene que ver con intentar que las cosas sucedan a nuestro gusto, tratando de forzar el presente o el futuro (que el resultado sea exactamente el que pensamos, que alguien nos quiera a juro o lograr una meta, como sea, incluso dañando a otros, por ejemplo).
El soltar implica además hacer las acciones pertinentes en el momento adecuado. Si algo me preocupa ejecuto las acciones necesarias: si hay que hablar con alguien se habla, si hay que acudir al médico se hace. Sin embargo, si lo que debe hacerse escapa de nuestras manos, no tiene sentido angustiarse.
Es por ello que no se recomienda andar todo el tiempo hablando del problema que nos ocupa, rumiando y hasta dejando de dormir. Con esto no se resuelve nada y se agita la energía densa en el plano astral en torno a la situación. Ello activa muchas veces las emociones discordantes, genera egrégores y lleva a acciones erradas. Si el obstáculo es producto del karma todo se complica.
La visión espiritual de los problemas, que la mayoría de las veces no podemos o no sabemos adoptar, requiere entender que las leyes universales, entre ellas la de causa y efecto, siempre están implicadas. Todo tiene una causa que nosotros mismos activamos. Posiblemente no la conozcamos, pero ella actúa justamente. Lo ideal es aprender a actuar en función de esas leyes superiores.
El desapego y los paradigmas sociales
Al leer el escrito y compararlo con mis experiencias también pude internalizar claramente la función del desapego. Al mismo tiempo, me fue más fácil contrastarlo con los principales paradigmas o creencias que prevalecen en nuestra sociedad. También pude percibir las falsas premisas religiosas que se mal entienden como desapego.
Las principales creencias que hacen funcionar a las personas en este esta sociedad giran en torno a los logros materiales, principalmente el dinero y el éxito social y profesional. Algo obvio puesto que el dinero es el medio de intercambio de la mayoría de los bienes que necesitamos. De ahí que desde pequeños se nos inculca que debemos estudiar y trabajar para “ser alguien y ganar plata”.
La ambición y la competencia es el motor en estos casos, por eso se valora a quienes luchan por lograr avances materiales y a quienes tienen dinero y ganan en las competencias. Los adinerados y ganadores son los "exitosos y famosos" a quienes los demás quieren seguir y emular.
Quienes no logran estas metas materiales son los fracasados, bien sea por mala suerte, falta de empeño o “conformismo”. Por esto último es por lo que más se cuestiona a quien no alcanza el supuesto éxito.
Ser conformista significa para muchas personas, en nuestro contexto social, estar tranquilo con lo que se tiene, mucho o poco, sin esforzarse mucho por cambiar. Bajo esta premisa, he llegado a cuestionarme si el desapego entonces es una forma de conformismo. Incluso al ofrecer consejos sobre ello, algunos amigos me hicieron la misma pregunta: ¿y si acepto mi situación presente eso es conformismo?
La respuesta a esta pregunta es no. El desapego tiene que ver con una aceptación de nuestra realidad, basada en la comprensión y el conocimiento de uno mismo. Aunque esto puede ser visto como una forma de conformismo, la clave está en cómo nos sentimos cuando interiorizamos que lo que realmente nutre al alma es aprender a vivir las experiencias. Esto no tiene que chocar con el deseo de disfrutar bienestar material.
Si sabemos quiénes somos, si conocemos cuáles son nuestras cualidades reales y estamos conectados con nuestro mundo interior, nuestras acciones irán en función de esa representación interna. No importa si responde a los estereotipos sociales o no. Comprendemos lo que podemos lograr y lo que no, aceptamos con satisfacción las limitaciones, sabemos manejarlas a nuestro favor, y también aprovechamos las oportunidades. Confiamos en nuestro ser interno y en la Fuente, pero con los pies en la tierra.
Por el contrario, cuando no nos conocemos, solo tratamos de representar el papel que la sociedad exige. En función de ello luchamos por aquello que los demás valoran para ser valorados por los otros.
Dinero, fama, pareja, hijos y éxito profesional son las varas por las cuales nos miden. El esfuerzo es por alcanzar esos logros. Ponemos nuestra felicidad en el entorno y enfocamos el “SER” en esos objetivos y en esa valoración social. Si no se llega a la meta, se vive una frustración constante que puede perdurar por varias encarnaciones.
Desapego y creencias religiosas
Como dije antes, el desapego forma parte de las enseñanzas de muchas religiones. Actualmente, en el campo de la psicología y las modernas prácticas de coaching personal se trata de inculcar la necesidad del desapego como estrategia para el bienestar emocional.
Sin embargo, los consejos sobre el tema muchas veces son mal interpretados. Se busca así lograr el "desapego obligado", a través de la abstinencia, autocastigo o el sacrificio. Se generan con ello actitudes forzadas, yendo en contra de los deseos para obligarse a cumplir con preceptos religiosos o creencias discordantes.
Por ejemplo, desprenderse de bienes y hacer regalos a otros porque eso es lo recomendado social y espiritualmente, si no es genuino y desinteresado no es desapego.
A veces detrás de esas acciones de aparente desapego puede haber un deseo inconsciente de reconocimiento, para hacer "que nos vean como buenos". Nada de esto ayuda si además va en detrimento de uno mismo y no trae paz interior.
Tampoco hay desapego cuando se dejan de realizar las acciones pertinentes confiando en que Dios lo resolverá todo por nosotros. Si no se hacen los movimientos adecuados en el plano físico posiblemente las cosas no cambiarán, aunque vengan muchos ángeles a ayudarnos. Conviene combinar la ejecución de las acciones físicas con ejercicios o técnicas espirituales. "A Dios rogando y con el mazo dando", dice el refrán.
Una adecuada combinación de la actividad terrena con la espiritual siempre ayudará a saber cuando hay que seguir realizando esfuerzos en un determinado camino y cuando desistir.
En cualquiera de los casos, la real actitud desapegada ayudará a evitar los melodramas y permitirá disfrutar equilibradamente los logros, sin excesos. Se aceptará cualquier resultado, guste o no, a sabiendas de que hay un aprendizaje. Lo que ocurre siempre es lo mejor para el alma, aunque muchas veces no sea fácil de comprender.
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Cómo trabajar el desapego
Para trabajar el desapego, es recomendable utilizar varias técnicas y ejercicios. Por lo general el apego tiene su contraparte en el campo energético: cordones energéticos y contratos psíquicos pueden estar detrás de esta experiencia. Conviene realizar los siguientes ejercicio
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